Transitamos, desde inicio de este año, el acelerado avance de una nueva enfermedad. En numerosos lugares del mundo la cuarentena es impuesta con rigor, a través de las fuerzas represivas, como principal medida de prevención del contagio. ¿Estamos condenadxs al confinamiento permanente? ¿A la adaptación a una vida puertas adentro? ¿A una existencia controlada y regulada, en tanto a qué, cuándo y cómo hacemos?
Vagamente se habla de las causas de este virus, se sospecha, que así como los que han emergido en los últimos años, se han engendrado en animales, y alguna mutación de éste, permite el contagio a humanos. Nada se habla sobre la hormonización, hipermedicalización y hacinamiento a la que están sometidxs animales de la industria agroalimentaria. Ni hablar de las alteraciones genéticas y los químicos utilizados para obtener una rentabilidad extraordinaria del cultivo de la tierra.
Las formas actuales que tiene nuestra forma de producir, consumir e interactuar con nuestro entorno, no sólo son responsables de esta pandemia y de tantas otras enfermedades que padecimos o aún padecemos (cáncer, H1N1, SARS, enfermadades cardiovasculares, entre otras), sino que también serán las que garantizan que esta no será ni la última ni la peor.
Este es un llamamiento a cuidarnos. El aislamiento parece ser hasta ahora la mejor manera de evitar el contagio, pero a su vez parece ser una medida paliativa, que tan sólo nos retardara la llegada de la muerte. Es un llamamiento a abandonar el rol pasivo frente a un Estado paternal, que dice saber qué es lo mejor para nosotrxs, cuando en realidad gestiona la enfermedad de nuestros ecosistemas, asesina y tortura a miles con sus fuerzas represivas y mata a miles más de hambre con sus políticas.
Creemos fervientemente que es necesario un cambio urgente, sin prisa, pero con determinación y constancia porque el que nos proponen desde arriba, será a costa de nuestra libertad y de otros tantos "males menores". Tal vez, este sea un momento para juntar fuerzas, repensar nuestras prácticas y formas de vida, desde lo chiquito, lo cotidiano. ¿Qué y cuánto consumimos? ¿Cuáles son nuestras necesidades? ¿Cómo nos vinculamos con lx/s otrx/s? ¿Cómo nos vinculamos con las otras especies y con el medio ambiente? ¿Qué privilegios somos capaces de reconocer? ¿Cuáles y cuántos de ellos estamos dispuestxs abandonar? ¿Reconocemos que lo que hagamos o dejemos de hacer, repercute en la dinámica social?
El estado es responsable, sí, pero cada unx de nosotrxs, con nuestras acciones, legitimamos y delegamos nuestra responsabilidad, o resistimos, proponemos y nos volvemos sujetos activos.
Vagamente se habla de las causas de este virus, se sospecha, que así como los que han emergido en los últimos años, se han engendrado en animales, y alguna mutación de éste, permite el contagio a humanos. Nada se habla sobre la hormonización, hipermedicalización y hacinamiento a la que están sometidxs animales de la industria agroalimentaria. Ni hablar de las alteraciones genéticas y los químicos utilizados para obtener una rentabilidad extraordinaria del cultivo de la tierra.
Las formas actuales que tiene nuestra forma de producir, consumir e interactuar con nuestro entorno, no sólo son responsables de esta pandemia y de tantas otras enfermedades que padecimos o aún padecemos (cáncer, H1N1, SARS, enfermadades cardiovasculares, entre otras), sino que también serán las que garantizan que esta no será ni la última ni la peor.
Este es un llamamiento a cuidarnos. El aislamiento parece ser hasta ahora la mejor manera de evitar el contagio, pero a su vez parece ser una medida paliativa, que tan sólo nos retardara la llegada de la muerte. Es un llamamiento a abandonar el rol pasivo frente a un Estado paternal, que dice saber qué es lo mejor para nosotrxs, cuando en realidad gestiona la enfermedad de nuestros ecosistemas, asesina y tortura a miles con sus fuerzas represivas y mata a miles más de hambre con sus políticas.
Creemos fervientemente que es necesario un cambio urgente, sin prisa, pero con determinación y constancia porque el que nos proponen desde arriba, será a costa de nuestra libertad y de otros tantos "males menores". Tal vez, este sea un momento para juntar fuerzas, repensar nuestras prácticas y formas de vida, desde lo chiquito, lo cotidiano. ¿Qué y cuánto consumimos? ¿Cuáles son nuestras necesidades? ¿Cómo nos vinculamos con lx/s otrx/s? ¿Cómo nos vinculamos con las otras especies y con el medio ambiente? ¿Qué privilegios somos capaces de reconocer? ¿Cuáles y cuántos de ellos estamos dispuestxs abandonar? ¿Reconocemos que lo que hagamos o dejemos de hacer, repercute en la dinámica social?
El estado es responsable, sí, pero cada unx de nosotrxs, con nuestras acciones, legitimamos y delegamos nuestra responsabilidad, o resistimos, proponemos y nos volvemos sujetos activos.